14 mar 2011

Como una reina

Dibuja un verano. Imagínate una noche. Pongamos que estamos solos. En un banco. En un paseo, al borde del mar oscuro. Yo te invito a un helado, y lo pides de limón. Tú me das la mano. Yo te hago una foto y a ti te entra la risa. Te sienta bien el blanco. Me sientan bien tus ojos. Tus manos me hablan y tu cara, tu cara brilla y la luna te envidia. Estás radiante, morena, ligera. Y no callas, y no sabes cómo me gusta la canción de tu voz. Te lo digo y no me crees. Y yo te respondo que a esos ojos es imposible mentir. Sonríes, porque me conoces. Pestañeas y te callas. Y escondes tus dientes y frunces los labios. Y miras alrededor. La brisa salada te despeina, sé que no te gusta. Pero a mí sí y, en silencio, sonrío. Te apoyas en mi hombro y cierras los ojos. Yo te sujeto fuerte, muy fuerte por la cintura. Me cuentas otra vez aquella historia y te ríes mientras espantas una mosca. Silencio. Me gusta oírte suspirar, y bostezas. Más silencio. De pronto preguntas si soy tuyo. Me asombro. "Claro", te digo. Ya lo sabes. Y me miras con esa mirada blanca, inocente, impecable. Y, sin avisar, me abrazas. ¿Vamos a casa? Es tarde. Y tengo frío.

Mi jersey te queda enorme. Pareces una sirena.