6 feb 2009

Una vida perfecta.

Él tenía todo pensado. Lo tenía todo planificado. Sería una vida perfecta. Ideal. Sabía lo que iba a hacer durante los próximos diez años, por lo menos. Lo sabía. Creía estar seguro de con qué ocuparía su vida. Se dedicaría a lo que él quería. Trabajaría en ello, trabajaría por conseguirlo. Tenía unos planes de futuro formidables, envidiables. Un trabajo, una casa, una familia modelo,... Confiaba en llevarlos a cabo, aunque no se ponía un tiempo límite. Todo surgiría, sobre la marcha, tal y como él deseaba. Nada ni nadie podría derribar lo que él, con su imaginación, había tardado tanto en construir. Esa vida que realmente le gustaría vivir. Esa obra de la que tomaría parte. Estaba todo decidido, sólo dependía de él... ¿Sólo? Resulta asombroso ver cómo una simple decisión ajena pudo acabar con su edificio ideal, en cuestión de segundos.

Y es que, a menudo, el idealismo sirve como fuga de lo que no nos gusta, de lo que no soportamos. No obstante, necesitaríamos algo real donde apoyarnos, que nunca se sabe.

A las cosas çiertas vos comendat
et las fuizas vanas dexat.

1 comentario:

Bian dijo...

Como un castillo de arena con una ola...
Pero ¡cómo nos gusta fantasear!
Yo, personalmente, no creo que deje de hacerlo nunca, para bien o para mal ^^