26 dic 2008

Ni a palos.

Es que ni a palos aprendo. Cada vez estoy más conforme con aquellos que dicen que el ser humano es el único animal que tropieza dos veces (o más) con la misma piedra. El más idiota, vaya. Aunque cada vez tengo más dudas sobre nuestra igual condición. En otras palabras: que probablemente sea la oveja negra.

Después de tantas tortas, después de mil y un desengaños, fracasos y decepciones, todavía tengo la maldita manía de embobarme, de ilusionarme con promesas, con ideas, con sensaciones. Con la razón me he dicho mil veces que no, que deje de pensar en esas cosas, que no fantasee. Que ya soy mayorcito. Y toda reflexión racional se va a la mierda en cuestión de segundos. Parece mentira que, aun hablado y aclarado, el asunto todavía me ronde la cabeza, y de vez en cuando piense en que quizá, algún día... No doy más datos por aquello de la intimidad, que yo, aun a la contra de muchos, sigo recelando como una de las únicas cosas que quedan propias. Sólo diré que todo esto no es una simple chiquillada. Bueno, quizá sí, pero no se trata de un amorío, que es lo que induce a pensar. Eso sí, que cada uno lo enfoque de manera que lo pueda entender.

¿Cuántas veces habré tenido pretensiones de ocupar una parte más o menos importante en la vida de ciertas personas? Pero, ¿quién me he creído? De verdad, si alguien entiende algo de psicología humana (o adolescente, supongo) que ofrezca los consejos que buenamente pueda. Y, sobre todo, hacedme ver que no soy el único. Por favor.

2 comentarios:

Marta González Coloma dijo...

No eres el único. Aunque no aportes detalles acerca del asunto, yo también soy así.

Me ilusiono, y aunque me dé mil y una veces un buen trompicón, vuelvo a ser tonta y a ilusionarme de nuevo, porque tengo esperanzas, porque creo que no siempre tiene que pasar lo mismo...

Supongo que es cuestión del carácter de una persona. Y a ti te ha tocado lo mismo que a mí: ser el bueno, y de tan bueno, tonto. Creer que la gente siempre tiene buenas intenciones o que las cosas, al fin y al cabo, alguna vez tienen que tener un final feliz.

Ay de nosotros.

Me consuela pensar que es mejor ser tonto y soñador que frío y calculador (aunque los segundos siempre acaban ganando más en este mundo...)

Mua.

Bian dijo...

Desde luego que no eres el único; ni por asomo, vamos.
A mi siempre me toca ser la parte del "dos" que aporta la fantasía, las esperanzas, los sueños e ilusiones...
Luego también me toca ser la que se lleva el batacazo, pero mira, si nosotros no aportamos eso, ¿quién lo va a hacer?