9 may 2009

El gusano y el reloj

Un día me contaron la historia de un gusanito que tenía su casa dentro de un gran reloj de pared. De esos que, tras una puerta de cristal, esconden un enorme péndulo dorado que pasa de un lado a otro sin descanso. Este gusanito era muy juguetón y su pasatiempo favorito era subirse sobre la lenteja de oro del reloj para pasar el tiempo de un lado a otro, de izquierda a derecha, continuamente. Se divertía mucho viendo pasar todo ante sus ojos, parar en lo más alto y volver a la carga para detenerse al otro lado.

Cuentan que por las tardes una fina línea separaba ambas partes del reloj. Una densa cortina provocaba que una de las mitades quedase bajo la calidez de los rayos del sol, mientras que la otra se volvía umbría y desapacible. El gusanito, que no era tonto, tenía claro que la parte más alegre de su infinitamente periódico trayecto era aquella en la que podía disfrutar de la luz del astro. Además, sabía a la perfección que, en el momento en el que pasaba a la parte tenebrosa, el juego perdía casi toda su gracia.

Al no sentirse capaz de correr la cortina por sí solo, la única solución para pasar el máximo tiempo posible en el que él llamaba “lado bueno” era saltar de aquel péndulo en movimiento. No obstante, sabía que su juego acabaría en el mismo instante en que decidiese abandonarlo. De manera que, aunque poco conseguiría, decidió que intentaría plantar cara a la manera en que el gran disco dirigía su propio movimiento. Pensó que, cuando éste pasase al “lado malo”, una vez que hubiese llegado a la cumbre donde la desolación era máxima, empujaría muy fuertemente al péndulo para que llegase cuanto antes al ansiado terreno bañado por Lorenzo. El gusanito sabía que sus esfuerzos no obtendrían sus frutos. Sin embargo, su actitud y su empeño consiguieron que nuestro amiguito creyese firmemente que el tiempo que dedicaba a impulsar la lenteja brillante pasaba más deprisa.

Porque pasar de la más honda tristeza a la más radiante felicidad no depende de nosotros, pero sólo podremos mirar hacia el lado más amable de la vida si nos lo proponemos y creemos en lo que hacemos.

3 comentarios:

Vicky dijo...

Caray. Este no me lo sabía, y he de reconocer que es totalmente conmovedor :)

Dani dijo...

Vicky: Quizá un poco forzado por lo que quería contar, pero me alegro de que te parezca conmovedor. Ya estoy dándole vueltas a la idea de hacer la película.

Marta González Coloma dijo...

Te ha salido redonda la metáfora, Dani. Olé :)