13 sept 2008

En balde.

A los días, volví a sentir como si aquello no fuese conmigo. Como si sobrase en mi vida. Me vi sentado en ese parque, en ese mismo banco que desde hace algún tiempo frecuento a mitad de mi paseo matutino, y me pareció que no servía para nada, para nadie. Pensé que, al no ser joven, ni rico, ni un eficiente trabajador, resultaba un trasto inútil para lo que me rodeaba. En un mundo que sólo busca desarrollarse y mejorar día tras día, en un mundo que tanto sufre si la economía crece un poco más lento que el día anterior, yo, que sólo buscaba caminar despacio y disfrutar del paisaje, no tenía ninguna función. Mi existencia, a día de hoy, era en balde.

De pronto me di cuenta. Me golpeé la frente con la mano. Servía para algo. Mi función en esta vida era engrosar el número de jubilados en las estadísticas de sociedad. Y un sentimiento reconfortante me recorrió todo el cuerpo.

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